La comunicación simbólica es considerada por los paleoantropólogos como la característica definitoria del Homo sapiens. Uno de los grandes misterios de la arqueología es por qué el arte figurativo apareció repentinamente hace unos 37,000 años en forma de pequeños objetos esculpidos, dibujos simbólicos y grabados en paredes de refugios de cuevas y rocas (1). Un nuevo misterio, que ha surgido recientemente, es por qué exactamente el mismo tipo de figuras (manos pintadas en la pared), dibujadas con la misma técnica, aparecieron al mismo tiempo (hace 35,000 años) en cuevas de Cantabria (España) y Sulawesi (Indonesia) separados por más de 12.800 kilómetros de desiertos, montañas y por el océano Índico (2).
Una posibilidad es que esta forma particular de arte surgiera en África, lo que sugeriría que el arte se extendió desde África a Asia y a Europa (3). Dado que no se han encontrado manos pintadas con esa técnica en ningún otro lugar, el origen africano de este arte es muy poco probable. Una explicación alternativa a este misterio podría provenir de la teoría de Sheldrake sobre la resonancia mórfica y los campos mórficos.
Rupert Sheldrake es profesor de bioquímica en la Universidad de Cambridge. A lo largo de quince años de investigación sobre el desarrollo de plantas, llegó a la conclusión de que para comprender su desarrollo (su morfogénesis), los genes y los productos genéticos no eran suficientes. La morfogénesis también depende de la organización de los llamados campos morfogenéticos. Los mismos argumentos se aplicaron al desarrollo de los animales. Todas las células provienen de otras células y todas las células heredan campos de organización. Los genes son parte de esta organización.
Los campos morfogenéticos no son fijos para siempre, sino que evolucionan. ¿Cómo se heredan estos campos? Propone que se transmiten desde miembros anteriores de la especie a través de un tipo de resonancia, la resonancia mórfica. Los campos que organizan la actividad del sistema nervioso también se heredan a través de la resonancia mórfica, transmitiendo una memoria colectiva e instintiva. Cada individuo utiliza y contribuye a la memoria colectiva de la especie. Esto significa que los nuevos patrones de comportamiento pueden propagarse más rápidamente de lo que se podría suponer (5).
Los grupos sociales también están organizados por campos morfogenéticos, como en los cardúmenes de peces y las bandadas de aves. Las sociedades humanas tienen recuerdos que se transmiten a través de la cultura del grupo y se comunican más explícitamente a través de la recreación ritual de una historia o un mito fundacional. Los campos mórficos subyacen a nuestra actividad mental y nuestras percepciones. La existencia de estos campos se ha comprobado experimentalmente (6,7). Los campos mórficos de los grupos sociales conectan a los miembros del grupo, incluso cuando están a muchos kilómetros de distancia, y proporcionan canales de comunicación a través de los cuales los organismos pueden mantenerse en contacto a distancia. Los campos mórficos de la actividad mental no se limitan al interior de nuestras cabezas. Se extienden mucho más allá de nuestro cerebro a través de la intención y la atención. Ya estamos familiarizados con la idea de que los campos se extienden más allá de los objetos materiales en los que están arraigados: por ejemplo, los campos magnéticos se extienden más allá de las superficies de los imanes; el campo gravitatorio de la tierra se extiende más allá de la superficie de la tierra, manteniendo a la luna en su órbita; y los campos de un teléfono celular se extienden mucho más allá del propio teléfono. Del mismo modo, los campos mórficos de nuestras mentes se extienden más allá de nuestros cerebros (8). Estas posibilidades coinciden en parte con las ideas de los arquetipos de C. Joung (9) y con la hipótesis de La mente extendida de Clark y Chalmers (10).
Sobre las bases de la hipótesis de Sheldrate, no podemos descartar que los diferentes grupos de humanos colonizadores hubieran desarrollado sus habilidades artísticas conectadas por un campo mórfico de creatividad. Hay numerosos ejemplos a través de la prehistoria de tales coincidencias artísticas en lugares separados por miles de kilómetros de tierra y mar. Por ejemplo, las estructuras piramidales casi idénticas que se extienden por el mundo o las esferas de piedra de Costa Rica y de Bosnia Herzegovina. Todas estas repetidas manifestaciones artísticas y simbólicas que han surgido simultáneamente en lugares muy lejanos podrían explicarse a través de los campos mórficos de la actividad mental.
- Campillo J.E. Homo climaticus. Editorial Crítica, 2018.
- Aubert M. et al. Pleistocene cave art from Sulawesi, Indonesia. Nature 514, 223-227, 2014.
- Anonymous. 35,000 year-old Indonesian cave paintings suggest art came out of Africa.
https://www.theguardian.com/science/2014/oct/08/cave-art-indonesia-sulawesi
- Sheldrake R. Morphic resonance: The nature of formative causation. Editorial Park Street Press, 2009 (reimpresión).
- Sheldrake R. The Presence of the Past: Morphic Resonance and the Memory of Nature. Editorial Simon and Schuster, 2012
- Sheldrake R and P. Smart. Psychic pets: A survey in North-West England. Journal of the Society for Psychical Research 61, 353-364, 1997
- Sheldrake R. The sense of being stared at confirmed by simple experiments. Biology Forum 92, 53-76, 1999.
- Sheldrake R. The Presence of the Past: Morphic Resonance and the Habits of Nature. Vintage Books, 1988.
- Jung, Carl Gustav. Obra Completa volumen 9/I: Los arquetipos y lo inconsciente colectivo. Editorial Trotta, 2002.
- Clark A. y Chalmers D.J. Chapter 2: The extended mind. A Bradford Book, 2012.
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